21.9.11


Fue mi boca, desesperada lumbre entretejida a las órdenes del asalto, un ejército que buscaba en cada poro tuyo aliento y deseo, cruzando la umbría y el vértigo más húmedo de tu anatomía.
Resbaló el péndulo. Las horas no eran nuestras, sino de nuestros cuerpos y enhebré caricias a cada latido de tu corazón. Supe desembalar una a una todas las pequeñas preguntas que me hacías, alcanzarte desde la premura, cuando cerrando los ojos te levantabas sobre tu espalda y tus muslos se movían a oleadas dulces de un océano interior que nos hizo naufragar a los dos.




†Ivonne*Copyright ©